El valle, que tiempo atrás era un manto de bosques densos, hoy es parcheado por campos de cultivo de texturas y colores diversos. Los campos se extienden en diferentes direcciones, cosidos por vallas o líneas de arbustos, y están atravesados por carreteras sinuosas y senderos que serpentean caprichosamente a través del mosaico. El sonido del viento se mezcla con el canto de algunos pájaros que encuentran refugio en los árboles de los márgenes. La tala de bosques o el drenaje de humedales para establecer campos de cultivo fragmentan los hábitats, reduciendo la superficie para la vida silvestre y rompiendo los equilibrios ecológicos. A pesar de la transformación del paisaje, los árboles dispersos y las áreas de vegetación natural todavía proporcionan lugares donde los animales pueden anidar.
“ La agricultura es responsable del 80% de la desforestación del planeta
y del 70% de la pérdida de biodiversidad terrestre
— Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
Con casi 21.000 hectáreas de cultivo, los arrozales del Delta del Ebro ocupan el 65% de la superficie del delta y son los más importantes de Catalunya. La agricultura está estrechamente ligada a las condiciones del medio y, en particular, a la disponibilidad de agua. Los sistemas de producción agrícola se han adaptado a los distintos regímenes hídricos de cada región. En las zonas más áridas son comunes los cultivos de secano, mientras que en zonas de abundantes precipitaciones suelen realizarse cultivos de regadío, que son hasta tres veces más productivos. A escala global, el 20% de las tierras de cultivo se riegan; la agricultura es el mayor consumidor de agua del mundo. En algunas zonas áridas, el consumo puede superar el 90% del agua disponible, lo que supone una presión importante sobre el territorio, agotando los acuíferos, perjudicando a los ecosistemas o afectando a la disponibilidad de agua para otros usos humanos.
“ La agricultura es responsable del 70% del consumo mundial de agua
— Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
La agricultura es una de las principales causas de la degradación del entorno natural. La deforestación o el drenaje de humedales para establecer pastos y campos de cultivo fragmentan los hábitats, reduciendo la superficie disponible para la vida silvestre. Los productos químicos que se utilizan son responsables de más del 70% de la contaminación de los ríos y aguas subterráneas a nivel mundial. Los insecticidas, herbicidas y fungicidas matan hierbas, insectos y muchas formas de vida silvestre que sirven de alimento a aves y otros animales. Los fertilizantes son responsables de la eutrofización de los ecosistemas acuáticos, es decir, de la proliferación descontrolada de plantas y algas fitoplanctónicas que crean zonas muertas o áreas de bajo oxígeno donde los peces y otras formas de vida acuática no pueden prosperar. El consumo de energía, las emisiones de gases de efecto invernadero o el desgaste de acuíferos son otros impactos significativos.
Según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el sector de la alimentación es responsable de aproximadamente el 22% de las emisiones de gases de efecto invernadero a escala mundial. Además de ser un importante consumidor de combustibles fósiles, las actividades agrícolas liberan dióxido de carbono fruto de la deforestación, metano proveniente de los cultivos de arroz u óxido nitroso por el uso de fertilizantes. La ganadería, y en particular la cría de ganado vacuno, es también una fuente significativa de emisiones de gases que son liberados durante la fermentación de los alimentos en los sistemas digestivos de los animales, o a través de la gestión de sus residuos. Por otra parte, los alimentos producidos a larga distancia o fuera de temporada son responsables de la emisión de grandes cantidades de gases debido a la energía que consumen en su conservación y transporte desde su lugar de origen hasta los consumidores finales.
“ A escala mundial, las actividades ganaderas son responsables
del 14,5% de les emisiones de gases con efecto invernadero
— Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
Pese a su importancia para el bienestar de la humanidad, las prácticas ganaderas conllevan impactos ambientales significativos. En muchos lugares del mundo, la ampliación de las zonas de pasto contribuye a la deforestación y a la destrucción de hábitats naturales, ejerciendo presión sobre los ecosistemas y la biodiversidad. El uso de tierras agrícolas para el cultivo de forrajes compite directamente con la producción de alimentos vegetales para la población humana, y consume recursos valiosos como el agua. La producción animal consume el 8% del agua dulce disponible, contribuyendo a la escasez de ese recurso en territorios con recursos hídricos limitados. La concentración de animales en grandes instalaciones genera una enorme cantidad de residuos orgánicos que, cuando no se gestionan correctamente, contaminan el suelo y los acuíferos. A escala global, la producción animal es responsable del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero como el metano y el óxido nitroso, provenientes de la digestión entérica de los animales o de la gestión de sus residuos.
“ El 70% de las tierras agrícolas del mundo se utilizan com a pastos y cultivos para el ganado
— Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
Por otro lado, el bienestar de los animales se ha convertido en una creciente preocupación en muchas sociedades, lo que ha llevado a la implementación de estándares y regulaciones para garantizarles un trato ético y digno. La promoción de prácticas ganaderas sostenibles o el consumo responsable de productos de origen animal son medidas que los expertos consideran necesario implementar para hacer frente a los desafíos alimenticios actuales y, al mismo tiempo, minimizar la impronta ambiental de esta industria.