Cada día, cuando cae el sol, Solomon baja la persiana del taller y se reúne con otros compañeros en la pequeña taberna del barrio para compartir un par de cervezas y charlar. En muchos lugares del mundo, la cerveza es una de las bebidas más populares, y su consumo es una forma de socialización y de camaradería. La taberna es modesta, pero se ha convertido en un refugio para los vecinos en medio de la vida ajetreada de la ciudad. Los hombres gritan, ríen y se explican las vicisitudes del día, mientras un chico de bata verde hace viajes arriba y abajo para que ninguno de ellos quede desatendido. A medida que pasan las horas, el grupo olvida las preocupaciones, incluso del cansancio de las largas jornadas laborales. Pasan horas, hasta que el sol cae sobre la ciudad y las estrellas comienzan a despuntar.
“ No puedes controlar a la gente por la fuerza, pero puedes distraaerlos con el consumismo
— Noam Chomsky
Cualquier forma de consumo, desde la cerveza hasta los programas de televisión o las sesiones en los salones de belleza, es un motor para el crecimiento de la economía. En un mercado competitivo, la demanda de bienes y servicios impulsa el desarrollo de nuevas tecnologías, genera empleo y fuerza a las empresas a mejorar la calidad de sus productos para satisfacer las expectativas de los compradores. Sin embargo, consumo y desarrollo no siempre son causa y efecto, ya que no todos los hábitos son sostenibles, ni todos los colectivos tienen el mismo acceso a los bienes y servicios.
Por un lado, la explotación intensiva de recursos naturales o el uso de energía durante los procesos de producción contribuyen a la contaminación, a la emisión de gases de efecto invernadero, a la deforestación, a la pérdida de biodiversidad oa la generación de gran cantidad de residuos, entre otros muchos impactos que ejercen una presión significativa sobre el medio. Por otro lado, el consumo amplifica las desigualdades. En algunos países, la producción masiva conlleva condiciones laborales precarias, salarios bajos, jornadas de trabajo extenuantes y carencia de derechos laborales.
El Tej es motivo de reunión para los etíopes. Es un tipo de licor muy popular que se obtiene de la fermentación de la miel con agua y ramas del gesho, un arbusto originario de la región que también se utiliza en rituales y medicina. El grado alcohólico del Tej puede variar entre los cuatro y los dieciocho grados, dependiendo de la cantidad de miel y del tiempo de fermentación. El recipiente usado para beberlo se llama berele, una especie de jarrón de cristal con una boca estrecha y bombeado en la base.